Salimos desde el principio sin tensión, sin ganas. Los cambios desde el banquillo no hacían sino repetir la situación. Aunque logramos las primeras ventajas en el marcador y un soberbio Rubén González (lo poco rescatable en nuestro bando) nos mantenía a flote, se pasó de una defensa que si bien no mordía por su intensidad sí cumplía en cuanto a orden, a una defensa donde auténticos fallos de pre-alevín regalaban ocasiones al rival. Se pasó de un ataque más o menos ordenado en estático y alguna correcta salida a la contra a un ataque desorganizado, donde el dibujo del arco era una quimera y nadie mostraba ganas. Se ignoraban las jugadas marcadas desde la banda, provocando aún mayor frustración. Esto propició que al inicio del tercer cuarto ya se estuviese dos abajo, ante un rival correcto, nada espectacular al que, además, como ya dijimos, nuestro portero le cerraba el camino al gol una y otra vez. Un tímido intento por volver al partido provocó que acortásemos distancia con tres goles casi seguidos, pero seguíamos haciendo aguas atrás. Con esto, en el último cuarto fue el resumen de nuestro quiero y no puedo. Con un par de uno de más desperdiciados por no saber pasar siquiera tenso a tres metros de distancia, poco más hicimos. Lentos y espesos acabó el partido con un gol rival sobre la bocina que situó nuestra derrota en un 9 – 5 que se queda corto para nuestros deméritos. Nos faltó hambre de gol, ambición por jugar y ganar. Así, no somos ni siquiera un equipo vulgar. Así no merecemos llevar el escudo del club. Puede sonar dura esta crónica, pero hay algunos aspectos que son innegociables. El esfuerzo, el sacrificio, el dejarse la piel hasta el último segundo es lo que nos honra y nos hace ser de La Concha. Esto no se puede cambiar por apatía y abulia. Las cosas saldrán mejor o peor, pero no podemos jugar sin corazón, sin dejarnos el alma. Debemos poner pasión en lo que hacemos. Borja Alonso Navarro |
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